El programa del bueno
Realmente es un estado de shock descubrir que “los buenos” de la película, en el fondo de nuestras bondades y caridades, simpatías, empatías, ayudas desinteresadas, cumplimientos de valores y reglas, hemos hecho literalmente las cosas “como Dios manda”. Es decir como ese cuarto plano (Dios=49. DIOS=SOI-D) nos ha mandado para crear el conflicto, la separación y distorsión.
El otro día, día 40 informando desde 2012, se me hizo muy evidente que todo el horror del mundo es sostenido precisamente por los BUENOS. Vi el programa de “El Bueno” al desnudo.
Es un shock real descubrir que, cuando asumo mi cuarto plano con honestidad bruta (usando el título del libro de Laura Campillo), lo que veo detrás de esa bondad, detrás de mi bueno, no es más que una manera soterrada de supervivencia, y que ejerzo la bondad disfrazada para un beneficio enteramente personal.
Soy bueno porque sobrevivo mejor dentro del sistema, o eso creo.
Soy amable porque de ese modo soy más querido. Ayudo al otro, y de ese modo, además de ser querido, soy admirado, me erijo como un dios que, inconscientemente está diciendo: “yo tengo un potencial que tú no tienes. Pero no te apures, que yo soy bueno, lo comparto contigo.” Es decir, detrás de mi ayudador, lo que hay es un manipulador, un controlador y un gestionador de potenciales.
Mi afán de luchar por los derechos ajenos (soy tan bueno que antepongo los ajenos a los propios) me salvaguarda de poder ver cómo yo quito con mi actitud el derecho del otro a su propia autorreferencia, inhibo su derecho a que explore su vida tal cual es sin mi intervención. Yo decido lo que debe ser, frente a lo que es. Yo decido cuándo y cómo el otro ha de salir de su conflicto. Me levanto como su dios. Y así, yo puedo sentirme bueno (además de poderoso y controlador del destino del otro). Pero esto último no lo veo.
Los buenos nos creemos nuestra propia bondad, y eso es la delicia del cuarto. Porque ello impide ver el verdadero lobo que actúa dentro.
¿Y qué ocurre cuando yo no puedo ver mi “lobo” escondido dentro de mis supuestas bondades? Pues que el espacio tiempo me lo mostrará fuera. Así de simple. Y de ese modo, en el mundo aparecen todos los conflictos, llevados a cabo por los “malos” que son justamente los que ejercen fuera el papel de lobo. Ese mismo lobo que yo tengo dentro pero que no puedo ver en mí.
Porque mientras no lo vea, no puedo asumir en mí los opuestos. Entonces, se me mostrarán afuera.
Aparecen los manipuladores, porque yo no veo mi manipulación tras mi aparente entrega a los demás.
Aparecen los violadores porque yo no veo las violaciones que ejerzo en los demás con mis ayudas intervencionistas.
Aparecen los ladrones porque yo no veo el robo de potenciales que infrinjo sobre los demás cuando yo les doy potenciales con mi supuesta “generosidad”.
Aparecen los farsantes, porque yo no puedo ver la farsa que me monto dentro de mí (los intereses ocultos) cuando “ejerzo mi simpatía” sobre otros.
Aparecen los asesinos porque yo no puedo ver cómo mato la autorreferencia del otro con mi intervención constante.
Aparece ISIS y se va a mostrarlo a la CIUDAD DE LA LUZ. Para que todo esto sea visto.
ISIS ataca a PARIS.
Y el mundo entero grita: TODOS SOMOS PARÍS.
¡Por fin!
El inconsciente se filtra y habla tan claro… Todos somos Par-is.
¿Qué es PARÍS?
PAR-IS. Un par de IS: IS IS. Es decir, ISIS.
PARÍS es ISIS. ¿Y qué es ISIS sino un PAR de IS, un Par-ís?
El mensaje es claro, el mundo entero lo ha gritado de modo inconsciente:
Todos somos París=Todos somos Isis.
Todos somos el lobo y a la vez todos somos el cordero.
La unión de los opuestos. La misma moneda enseñando una u otra cara. El terrorista mostrando nuestro lobo en la ciudad de la luz, en el 33.
Es un shock descubrir que todos somos Isis disfrazados de París, ¿verdad?
¡¡¡Honestidad bruta!!!
El otro día, día 40 informando desde 2012, se me hizo muy evidente que todo el horror del mundo es sostenido precisamente por los BUENOS. Vi el programa de “El Bueno” al desnudo.
Es un shock real descubrir que, cuando asumo mi cuarto plano con honestidad bruta (usando el título del libro de Laura Campillo), lo que veo detrás de esa bondad, detrás de mi bueno, no es más que una manera soterrada de supervivencia, y que ejerzo la bondad disfrazada para un beneficio enteramente personal.
Soy bueno porque sobrevivo mejor dentro del sistema, o eso creo.
Soy amable porque de ese modo soy más querido. Ayudo al otro, y de ese modo, además de ser querido, soy admirado, me erijo como un dios que, inconscientemente está diciendo: “yo tengo un potencial que tú no tienes. Pero no te apures, que yo soy bueno, lo comparto contigo.” Es decir, detrás de mi ayudador, lo que hay es un manipulador, un controlador y un gestionador de potenciales.
Mi afán de luchar por los derechos ajenos (soy tan bueno que antepongo los ajenos a los propios) me salvaguarda de poder ver cómo yo quito con mi actitud el derecho del otro a su propia autorreferencia, inhibo su derecho a que explore su vida tal cual es sin mi intervención. Yo decido lo que debe ser, frente a lo que es. Yo decido cuándo y cómo el otro ha de salir de su conflicto. Me levanto como su dios. Y así, yo puedo sentirme bueno (además de poderoso y controlador del destino del otro). Pero esto último no lo veo.
Los buenos nos creemos nuestra propia bondad, y eso es la delicia del cuarto. Porque ello impide ver el verdadero lobo que actúa dentro.
¿Y qué ocurre cuando yo no puedo ver mi “lobo” escondido dentro de mis supuestas bondades? Pues que el espacio tiempo me lo mostrará fuera. Así de simple. Y de ese modo, en el mundo aparecen todos los conflictos, llevados a cabo por los “malos” que son justamente los que ejercen fuera el papel de lobo. Ese mismo lobo que yo tengo dentro pero que no puedo ver en mí.
Porque mientras no lo vea, no puedo asumir en mí los opuestos. Entonces, se me mostrarán afuera.
Aparecen los manipuladores, porque yo no veo mi manipulación tras mi aparente entrega a los demás.
Aparecen los violadores porque yo no veo las violaciones que ejerzo en los demás con mis ayudas intervencionistas.
Aparecen los ladrones porque yo no veo el robo de potenciales que infrinjo sobre los demás cuando yo les doy potenciales con mi supuesta “generosidad”.
Aparecen los farsantes, porque yo no puedo ver la farsa que me monto dentro de mí (los intereses ocultos) cuando “ejerzo mi simpatía” sobre otros.
Aparecen los asesinos porque yo no puedo ver cómo mato la autorreferencia del otro con mi intervención constante.
Aparece ISIS y se va a mostrarlo a la CIUDAD DE LA LUZ. Para que todo esto sea visto.
ISIS ataca a PARIS.
Y el mundo entero grita: TODOS SOMOS PARÍS.
¡Por fin!
El inconsciente se filtra y habla tan claro… Todos somos Par-is.
¿Qué es PARÍS?
PAR-IS. Un par de IS: IS IS. Es decir, ISIS.
PARÍS es ISIS. ¿Y qué es ISIS sino un PAR de IS, un Par-ís?
El mensaje es claro, el mundo entero lo ha gritado de modo inconsciente:
Todos somos París=Todos somos Isis.
Todos somos el lobo y a la vez todos somos el cordero.
La unión de los opuestos. La misma moneda enseñando una u otra cara. El terrorista mostrando nuestro lobo en la ciudad de la luz, en el 33.
Es un shock descubrir que todos somos Isis disfrazados de París, ¿verdad?
¡¡¡Honestidad bruta!!!